sábado, 2 de diciembre de 2017

El chip



"Pero cuando tu apareces se desvanece el dolor, 
y no necesito a nadie porque sé
que como todas las noches nos perderemos los dos
buscando algún paraíso artificial".



Derrochaba parsimonia por cada uno de sus ápices. De los pies a la cabeza. Era tan distinto a mi que a veces me daba vértigo y me preguntaba cómo podía gustarme alguien así. Tan en la antípodas a lo que yo era. A lo que algún día yo quería llegar a ser. 

Vivía sin grandes preocupaciones, haciendo y deshaciendo. Como si nada tuviese fecha de caducidad, como si siempre hubiese una oportunidad para... Como si fuese eterno, que a veces lo era, y como si todo lo que tenía hubiese echado raíces en torno a él. Aunque no le gustaba planear, todo lo lanzaba al futuro: próximo o lejano. Daba igual. Al fin y al cabo tenía todo el tiempo del mundo para hacer todo lo quería hacer. Para qué agobiarse. Para qué correr. Para que intentar ganarle la batalla al tiempo. 

Yo era todo lo contrario. Sin reloj me sentía desnuda. Lo miraba continuamente porque valoraba cada segundo que se iba, cada momento que ya era pasado.  Iba corriendo a todos los lados, tenía tantos sueños, tantas ilusiones. Quería saber tanto, conocer tanto... Hacer tanto. 

El no lo sabía, pero yo no era tan cría como parecía ni tenía tan poca experiencia como él creía. No me había conocido antes de. No sabía quién era ni cómo había cambiado desde entonces. Porque no le daba importancia. Porque no lo había vivido. Fue en se momento dónde me cambió el chip, dónde bajé a la realidad y proyecté cómo quería que fuese mi vida a partir de entonces.  A fin de cuentas, hay cosas que aunque no tengas la sabiduría de un hombre de ochenta años te hacen discernir entre lo que de verdad importa y lo que no. Pero sobre todo, te hacen darte cuenta de que no tienes todo el tiempo del mundo, de que todo se desvanece más rápido de lo que te gustaría y de que no siempre te van a dar otra oportunidad. 

Lo que te rodea no va a estar ahí para siempre. Y menos, si no reaccionas a tiempo. Ojalá ese chip despierte pronto. 




sábado, 11 de marzo de 2017

Carta abierta a una persona sin vida



Pamplona, 11/03/17

Hola, ¿qué tal?

Tu no me conoces. Sí, no pongas esa cara tan altanera, anda. No me conoces en absoluto. Y lo sabes. Porque jamás has  tenido una conversación conmigo. Jamás has intentado acercarte, comprenderme, conocerme más allá de tus propios prejuicios infundados. Jamás has querido saber quién soy. No te conviene. 

Porque si me conocieras, jamás se te pasaría por la cabeza comportarte como te comportas. Jamás me hubieses puesto la zancadilla cien veces, ni me hubieses metido el dedo en el ojo otras cien. Si me conocieras, jamás te hubieses dejado llevar por la envidia y el resentimiento. Jamás hubieses sido tan injusta conmigo. De verdad,  si es que si me conocieras, jamás intentarías pisotearme para sentirte realizada.  Porque, a veces, eso es lo único que te llena, ¿no crees?

Yo, sin embargo, te conozco muy bien. Se lo qué te pasa, y por eso no te juzgo. ¿Cómo voy a juzgar a alguien que necesita hacer daño a los demás por puro entretenimiento y para darle emoción a su vida? Llevo siendo indiferente mucho tiempo, pero creo que necesitas ayuda. Y por eso, quiero poner mi pequeño granito de arena.

Si me permites, y si no es atrevimiento. Te voy a dar un consejo: céntrate en tí. Seguro que, aunque no lo creas, ahí dentro hay una persona maravillosa que tiene algo que dar al mundo más que resquemor y odio a personas que no te han hecho nada. 

Deja mi vida y vive la tuya. Y solo así algún día serás feliz, y me lo dejarás ser a mí.  





lunes, 6 de marzo de 2017

Lo demás, ¡merde!

             

"No te conozco, pero vienes a buscarme. 
Un ejército de sombras en la noche de cuchillos. 
Se que vienes a buscarme, no me quieres dejar vivo. 
Y yo, ¿qué es lo que hice? Solo quise ser yo mismo" 

Noche de cuchillos (Amaral)


Siempre he admirado la capacidad de los tíos para resolver conflictos. Es ciencia ficción. Otro rollo. Una cosa de otro planeta.  No hay nada que más me fascine que ver a dos hombres diciéndose barbaridades y al minuto darse un abrazo y ser tan amigos. O darse tres empujones y pedirse perdón al momento, como si no hubiese pasado nada. Yo también quiero que me traten así. Un tirón de pelos y tan amigas. Sin envidias. Ni rencores. Ni maldad. Borrón y cuenta nueva. Como hacen ellos. 

Como soy observadora, disfruto mucho y aprendo mucho fijándome en cómo afrontan mis amigos más cercanos distintas situaciones de su vida cotidiana. Solo me falta tomar apuntes. Son capaces de no tomarse todo a la tremenda, de pasar completamente de personas y situaciones  que no les interesan y de ser prácticos a más no poder. No voy a decir que no se enfadan, porque se enfadan y mucho, pero tienen la capacidad para dejar los trapos sucios en un cajón y olvidar las cosas malas, al menos, entre ellos.  Tengo dos amigos que viven juntos, y creo que no ha habido una comida en la que yo estuviese presente en la que no hayan volado los puñales de un lado a otro de la mesa. Puñales ensangrentados. Yo a veces salgo de allí con dolor de cabeza. Sin embargo, son colegas por encima de todo. Lo demás, ¡merde! Me resulta difícil imaginarme esa escena entre mujeres. 

En su relación entre ellos son dignos de admirar. Y siempre lo van a ser. Ni envidias, ni rencores, ni maldad. Así da gusto. Afortunadamente, mi grupo de amigas y yo debemos de ser raras: ni nos criticamos, ni somos "amigas de salir", ni nos dejamos caer las unas a las otras. Pero, eso sí, entre nosotras y con todo el mundo. Porque hay gente que es muy buena amiga, pero muy poco persona...   

Debe ser que somos un poco chicotes, que sería el perfecto sinónimo contextual de pragmáticas. 

Lo demás, ¡merde!








jueves, 16 de febrero de 2017

Me vuelve loca





"Las malas personas no pueden ser buenos periodistas" 

R. Kapuscinski 



Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca.  Podía pasarme las tardes de invierno encerrada en mi habitación. No necesitaba mucho, solo un viejo radio cassette y mi imaginación. Todo lo que me rodeaba se metamorfoseaba en un auténtico estudio de radio: con su micrófono, su locutorio, su control de producción… En mi fantasía, había sitio, incluso, para unas preciosas y acogedoras paredes “mulliditas” que me aislaban del sonido del mundo exterior. En ocasiones, mi hermana pequeña se animaba, y hacía las veces de entrevistada. Escribíamos pequeños guiones, y grabábamos y escuchábamos nuestras aniñadas voces una y otra vez.

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Pasaban los años y yo seguía igual. Incluso peor.  Lo mismo me hacía pasar por una redactora con la máquina de escribir de mis abuelos como única herramienta, como les ponía delante de una cámara digital y les hacía todo tipo de preguntas sobre su vida, obra, y milagros. Más tarde, empecé a ayudar a la bibliotecaria de mi colegio. Fue ella la encargada de abrirme un mundo totalmente desconocido para mí hasta entonces. Empecé a colaborar con una sección del Diario La Rioja llamada “Escuela”. Cada semana, la bibliotecaria les enviaba redacciones que yo escribía acerca de actividades culturales o excursiones que organizábamos en el colegio, acompañadas por fotos de todos los chicos y chicas de mi clase. ¡Cuándo salía publicado era todo un acontecimiento! El gusanillo no desapareció de mi estómago, así que seguí escribiendo en el instituto, pero esta vez en Cartas al Director del mismo periódico. La recompensa llegó nada más terminar la PAU, con la publicación de un Tribuna, escrito y firmado por mi. No podía creerlo. Ni siquiera ahora.

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Y de repente, aquí estaba: en la mejor Facultad de Comunicación de España. Ese lugar del que tanto había leído y del que tanto me habían hablado. Me paseaba descontrolada, de un lado para otro, intentando empaparme de todo lo que captaban mis ojos. “¿Qué estudias?” Me preguntaban. Y yo, siempre, instintivamente, contestaba: “Periodismo y Filología Hispánica”.  En lugar de Filología Hispánica y Periodismo: el nombre oficial del doble grado.  

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Y de repente, me vi inmersa en el meollo de la cuestión: enfrente de una cámara y con un micrófono en la mano. La Televisión de La Rioja me dio la oportunidad de familiarizarme con la profesión de la mejor manera posible: viviéndola y sintiéndola en mis propias carnes. Yo sola ante el peligro. Dos veranos y unas navidades que me han hecho madurar personal y profesionalmente. Me he visto crecer y evolucionar a pasos agigantados en un proceso de aprendizaje constante. Dicen que la vida da muchas vueltas, pero puedo asegurar que la vida en la tele, centrifuga. Durante este tiempo, he tenido el honor de conversar con personajes de primer orden: artistas, políticos, compositores, grupos, premiados, actores, músicos, medallistas olímpicos, directores de series de televisión nacionales… Cada uno de ellos ha dejado un poquito de ella en mi interior.  Pero, si tengo que ser sincera, lo que de verdad me ha marcado ha sido poder contar buenas historias: historias sorprendentes e impactantes de personas aparentemente anónimas. Porque para mí, el periodismo se resume en eso: en contar la vida.  

Es divertido. Me apasiona. Me vuelve loca. Y mi único deseo es poder dedicarme siempre a esto. Porque así, soy feliz.




 

lunes, 6 de febrero de 2017

La mujer es una puta para la mujer






"Mira como floto, mira como vuelo. 
Mira como floto, mira como vuelo. 
Mira como avanzo, valiente. 
Dejándolo todo atrás". 


Mira como vuelo  - Miss Caffeina 




La mujer es una puta para la mujer. 

Con esta frase empezaba la periodista Carme Chaparro uno de sus artículos más "polémicos", hace pocos meses en el suplemento de El Mundo: YoDona. En él, Carme se hacía eco de un estudio del Centro de Análisis de Redes Sociales de la organización británica Demos, el cual concluía que la mayoría de insultos a mujeres en Twitter procedían de otras mujeres. 

La verdad, no me sorprende. Aunque, lo realmente increíble es que esta situación puede extrapolarse a la vida cotidiana de muchas mujeres. No es exclusiva ni de Twitter, ni de las redes sociales. Y ojalá lo fuera... 

Mientras que el género masculino se protege mutuamente, unos a otros, como si perteneciesen a una banda, grupo, clan o secta, unidos por un objetivo común. Nosotras (algunas más que otras) matamos por destruir a la de al lado. 
Mientras que los hombres son como el Partido Popular: unido, fuerte e imbatible, desde hace muchos años. Nosotras no llegamos ni a ser como el PSOE durante su crisis interna más agónica en octubre del año pasado. 
¡Qué se lo digan a Rubén Castro! Él se tuvo que sentir muy protegido. O al mismísimo Rey emérito: miles de columnas de opinión sobre la tristeza de la Reina Sofía por las andanzas mujeriegas de su "marido", y ni una criticando el comportamiento amoral y totalmente reprobable de Juan Carlos I. 

Nosotras somos las primeras que no ponemos de nuestra parte para conseguir la igualdad de género, desde el momento en el que nos tiramos por tierra unas a las otras las 24 horas de los 7 días de las 4 semanas de los 12 meses del año. 

Solo llegaremos a algún lugar cuando dejemos de lado la envidia y dejemos de odiar a otras mujeres solo por ello. 

Créeme. 

Aquella que se enrolló con el tío que te gustaba en aquella fiesta ni siquiera sabía que existías. 

La nueva novia de tu ex no tiene la culpa de que lo dejaseis. 

La tía de tu clase que se viste con minifalda y escote, no lo hace para provocar ni para llamar la atención. Y si lo hiciese, ¿a ti qué más te da?

La novia de tu mejor amigo, no te ha hecho nada. 

Absolutamente nada. 

Dejemos de ser tan "putas" con nosotras mismas. Y algún día, seremos libres. 














sábado, 4 de febrero de 2017

De tontas, somos buenas

  


"Al final, quedaremos los dos. 
Al final, cara a cara, tu y yo. 
Sólo matas por diversión. 
Y tal vez, antes, te cace yo". 


Cazador - Amaral 


Se lo damos hecho. Todo. Absolutamente todo. Y ahora más que nunca. Lo tienen muy fácil. Casi desde el principio. Ellos se mueven por la ley del mínimo esfuerzo y nosotras por la ley de quién la sigue la consigue, aunque no siempre lo conseguimos. 

Revolución en los roles y retroceso en el tiempo, pero no un par de años, no.  Más bien unos dieciséis siglos. ¡Ahí es na! El amor cortés medieval se ha puesto de moda. Seguro que tu, amiga mía, lo has vivido en tus propias carnes, alguna vez. 

El amor cortés. Qué bien os debe de sonar a aquellos que no tenéis grandes conocimientos en Literatura Medieval. Pero no, todo lo contrario, el amor cortés es una faena, trastada, perrería, por no mencionar otros términos más fuertes... 

Este amor, tan caballeresco, estaba caracterizado por la agonía constante. En él, el pobre amante sufría por su amada. La buscaba, la adulaba, la perdía, la invocaba, y la priorizaba por encima de todo. Este concepto, aparentemente tan retrógrado y pasado de moda, está de rigurosa actualidad. Solo hace falta fijaros en vuestro alrededor. Observar con ojos críticos.   

Ahora, somos nosotras las que sufrimos, buscamos, adulamos, perdemos, invocamos y priorizamos. En pleno siglo XXI. Los caballeros han pasado a ser caballeras. Caballeras con carisma, personalidad y autenticidad, que un buen día son atrapadas en las redes del amor cortés. Caballeras que desempeñan el papel de salvadoras, y cuyo objetivo es socorrer a su amado, y salvarle, a veces, hasta de sí mismo.

Xenas que ya no son princesas guerreras ni luchan contra personajes mitológicos, sino que pelean por ganar una guerra, a veces perdida de antemano.  Hadas madrinas, que en lugar de carrozas y vestidos, intentar regalar años de madurez, que nunca llegan a su destino. Bellas Durmientes que de tanto esperar, acaban perdiendo sus mejores años atrapadas en la somnolencia.     

Parece que de tontas, somos buenas. 
Digo, de buenas, somos tontas. 





viernes, 4 de noviembre de 2016

No sois de fiar







"Depende, ¿de qué depende? 
De según cómo se mire todo depende" 

Jarabe de Palo 




El otro día, refiriéndose a los periodistas, un amigo me dijo: "Que sepas Eva, que a mi no me gustan los juntaletras. No sois de fiar". Sonrió, y se quedó tan pancho. Imaginad mi cara. Fue entonces cuando intentó arreglarlo, alegando que el periodismo no es objetivo, y que por eso, no podía creer en él.  

A pesar de mi cara de póker en el primer momento, tengo que reconocer que tiene razón.

El periodismo no es objetivo

Porque la objetividad no existe. Y ésta no puede ser la palabra que lo defina. A veces, nos olvidamos de que nadie (ni siquiera tú) puede ser cien por cien objetivo en absolutamente ningún aspecto de su vida. Cada uno de nosotros vemos el mundo a través de nuestro propio filtro,  marcado por nuestras vivencias, pensamientos, experiencias, educación, valores...  ¿O acaso son un juez, un médico, un empresario o un político totalmente objetivos a la hora de tomar decisiones de cualquier índole?  Ellos, también se deben a la sociedad. Al igual que los periodistas. 

El periodista elige una parte de la realidad y nos la da a conocer. Elige aquello que considera relevante y nos lo transmite de la mejor forma posible. Y es en esta fase, dónde el periodismo deja de ser objetivo: cuando elegimos contar una información en lugar de otra. Pero eso no quiere decir que el periodismo no sea fiable.  Porque si se cuestiona el periodismo, se cuestiona un alto porcentaje de todo aquello que conocemos en nuestra vida. Y es que, ¿qué porcentaje de cosas conocemos a través de  los medios de comunicación? Piénsalo. 

Por eso, no creo que sea justo juzgar el periodismo bajo el supuesto de la objetividad.  Lo que el periodismo tiene que ser es honrado y honesto. Con eso es suficiente. Y ofrecer siempre el enfoque con el que se maneja la información. 

Entiende el enfoque, y te fiarás.