sábado, 4 de febrero de 2017

De tontas, somos buenas

  


"Al final, quedaremos los dos. 
Al final, cara a cara, tu y yo. 
Sólo matas por diversión. 
Y tal vez, antes, te cace yo". 


Cazador - Amaral 


Se lo damos hecho. Todo. Absolutamente todo. Y ahora más que nunca. Lo tienen muy fácil. Casi desde el principio. Ellos se mueven por la ley del mínimo esfuerzo y nosotras por la ley de quién la sigue la consigue, aunque no siempre lo conseguimos. 

Revolución en los roles y retroceso en el tiempo, pero no un par de años, no.  Más bien unos dieciséis siglos. ¡Ahí es na! El amor cortés medieval se ha puesto de moda. Seguro que tu, amiga mía, lo has vivido en tus propias carnes, alguna vez. 

El amor cortés. Qué bien os debe de sonar a aquellos que no tenéis grandes conocimientos en Literatura Medieval. Pero no, todo lo contrario, el amor cortés es una faena, trastada, perrería, por no mencionar otros términos más fuertes... 

Este amor, tan caballeresco, estaba caracterizado por la agonía constante. En él, el pobre amante sufría por su amada. La buscaba, la adulaba, la perdía, la invocaba, y la priorizaba por encima de todo. Este concepto, aparentemente tan retrógrado y pasado de moda, está de rigurosa actualidad. Solo hace falta fijaros en vuestro alrededor. Observar con ojos críticos.   

Ahora, somos nosotras las que sufrimos, buscamos, adulamos, perdemos, invocamos y priorizamos. En pleno siglo XXI. Los caballeros han pasado a ser caballeras. Caballeras con carisma, personalidad y autenticidad, que un buen día son atrapadas en las redes del amor cortés. Caballeras que desempeñan el papel de salvadoras, y cuyo objetivo es socorrer a su amado, y salvarle, a veces, hasta de sí mismo.

Xenas que ya no son princesas guerreras ni luchan contra personajes mitológicos, sino que pelean por ganar una guerra, a veces perdida de antemano.  Hadas madrinas, que en lugar de carrozas y vestidos, intentar regalar años de madurez, que nunca llegan a su destino. Bellas Durmientes que de tanto esperar, acaban perdiendo sus mejores años atrapadas en la somnolencia.     

Parece que de tontas, somos buenas. 
Digo, de buenas, somos tontas.