jueves, 16 de febrero de 2017

Me vuelve loca





"Las malas personas no pueden ser buenos periodistas" 

R. Kapuscinski 



Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca.  Podía pasarme las tardes de invierno encerrada en mi habitación. No necesitaba mucho, solo un viejo radio cassette y mi imaginación. Todo lo que me rodeaba se metamorfoseaba en un auténtico estudio de radio: con su micrófono, su locutorio, su control de producción… En mi fantasía, había sitio, incluso, para unas preciosas y acogedoras paredes “mulliditas” que me aislaban del sonido del mundo exterior. En ocasiones, mi hermana pequeña se animaba, y hacía las veces de entrevistada. Escribíamos pequeños guiones, y grabábamos y escuchábamos nuestras aniñadas voces una y otra vez.

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Pasaban los años y yo seguía igual. Incluso peor.  Lo mismo me hacía pasar por una redactora con la máquina de escribir de mis abuelos como única herramienta, como les ponía delante de una cámara digital y les hacía todo tipo de preguntas sobre su vida, obra, y milagros. Más tarde, empecé a ayudar a la bibliotecaria de mi colegio. Fue ella la encargada de abrirme un mundo totalmente desconocido para mí hasta entonces. Empecé a colaborar con una sección del Diario La Rioja llamada “Escuela”. Cada semana, la bibliotecaria les enviaba redacciones que yo escribía acerca de actividades culturales o excursiones que organizábamos en el colegio, acompañadas por fotos de todos los chicos y chicas de mi clase. ¡Cuándo salía publicado era todo un acontecimiento! El gusanillo no desapareció de mi estómago, así que seguí escribiendo en el instituto, pero esta vez en Cartas al Director del mismo periódico. La recompensa llegó nada más terminar la PAU, con la publicación de un Tribuna, escrito y firmado por mi. No podía creerlo. Ni siquiera ahora.

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Y de repente, aquí estaba: en la mejor Facultad de Comunicación de España. Ese lugar del que tanto había leído y del que tanto me habían hablado. Me paseaba descontrolada, de un lado para otro, intentando empaparme de todo lo que captaban mis ojos. “¿Qué estudias?” Me preguntaban. Y yo, siempre, instintivamente, contestaba: “Periodismo y Filología Hispánica”.  En lugar de Filología Hispánica y Periodismo: el nombre oficial del doble grado.  

Era divertido. Me apasionaba. Me volvía loca. Y de repente, me vi inmersa en el meollo de la cuestión: enfrente de una cámara y con un micrófono en la mano. La Televisión de La Rioja me dio la oportunidad de familiarizarme con la profesión de la mejor manera posible: viviéndola y sintiéndola en mis propias carnes. Yo sola ante el peligro. Dos veranos y unas navidades que me han hecho madurar personal y profesionalmente. Me he visto crecer y evolucionar a pasos agigantados en un proceso de aprendizaje constante. Dicen que la vida da muchas vueltas, pero puedo asegurar que la vida en la tele, centrifuga. Durante este tiempo, he tenido el honor de conversar con personajes de primer orden: artistas, políticos, compositores, grupos, premiados, actores, músicos, medallistas olímpicos, directores de series de televisión nacionales… Cada uno de ellos ha dejado un poquito de ella en mi interior.  Pero, si tengo que ser sincera, lo que de verdad me ha marcado ha sido poder contar buenas historias: historias sorprendentes e impactantes de personas aparentemente anónimas. Porque para mí, el periodismo se resume en eso: en contar la vida.  

Es divertido. Me apasiona. Me vuelve loca. Y mi único deseo es poder dedicarme siempre a esto. Porque así, soy feliz.