jueves, 12 de junio de 2014

Prioridades.


Al final, todo en esta vida se reduce a una cuestión de prioridades. Prioridades que cambian,que metamorfosean a lo largo de nuestra vida, casi desde que somos unos críos y nuestra única preocupación es no salirnos de los bordes al colorear. ¿Sabéis? Lo duro es cuando un día cualquiera tus prioridades se transforman radicalmente, todo cambia. De repente, tu vida da un giro de 360º sin que tu te des cuenta, y sin que nadie te haya preguntado qué querías o qué te venía bien en ese momento. Ahí es cuando descubres lo frívolos que podemos llegar a ser y lo poco que valoramos los pequeños detalles. 



El martes iba a ser el mejor día de mi vida, iba a celebrar mi 18 cumpleaños, e iba a ser una noche inolvidable. Me levanté al lado de una de mis mejores amigas, y desayunamos como auténticas reinas. No tenía ni idea de cómo iba a cambiar mi vida a partir de entonces, y cómo en pocas horas todo daría un vuelvo, y nada volvería a ser cómo antes. Sonó el teléfono, llamaban del hospital. Era mi abuelo, mi segundo padre, mi maestro, mi amigo, mi confidente, mi todo. No podía creerlo, no quería creerlo. Aquello era una pesadilla de la que tendría que despertarme en cualquier momento.  Me pellizqué el brazo una y mil veces, pero no pasó nada, todo a mi alrededor seguía igual. Me sentí insignificante, me quería morir, no entendía nada, y lo único que hice fue llorar. Llorar como una niña de tres años, mientras mis amigos me abrazaban, me querían y me consolaban... En ese momento cambiaron mis prioridades. Es increíble cómo los problemas de niña mimada y consentida se simplifican hasta desaparecer, y sólo pasa a importarte una cosa. Ves la vida de otra forma, y todo lo demás pasa a ser secundario. Te das cuenta de lo que es verdaderamente importante, y de lo que darías por alguien. 

Abuelo, estoy deseando que te pongas bien para poder hacer todas las cosas que hemos hecho siempre, desde que era un bebé. Echo de menos nuestros paseos en bicicleta, tus historias, tus bromas, tu sentido del humor. También jugar a la brisca, tus consejos, nuestras charlas, y todas las demás cosas que sólo entendemos nosotros. Dentro de un mes, cumplirás 83 años, y lo estaremos celebrando por todo lo grande. 

Sé que voy a tenerte a mi lado otra vez en nada, y que seguirás abrazándome como siempre. Te prometo que algún día estarás muy orgulloso de mí. De la nieta que criaste, y a la que transmitiste tus valores, y tu forma de ver el mundo, siempre desde el respeto y la bondad. Me has enseñado todo, y siempre serás el hombre de mi vida. 
Te quiero mucho.