domingo, 18 de mayo de 2014

Mentirijilla por aquí, mentirijilla por allá.



"Sin mentiras, la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento". 
Anatole France.  


¿Por qué mentimos? Mejor dicho, ¿qué pretendemos evitar con la poderosa mentira? 
Yo creo que todo se reduce al miedo. Ese monstruo que nos domina, que se apodera de nosotros en el peor momento. Entonces, es cuando la lengua va más rápido que nuestro cerebro, y suelta por la boca palabras de las que nos arrepentiremos más pronto que tarde. El temor a la vergüenza, a la no aceptación, a equivocarnos, a reproches, a malas palabras, a conflictos, a quedar mal, a no ser comprendidos, respetados y tolerados. Pánico a que nos descubran, a que vean cómo somos de verdad, o lo que hacemos mal. A veces, simplemente,"nos pillan con el carrito del helao", en esas ocasiones no hay vuelta de tuerca. 

Mentir requiere una habilidad especial. Eso está claro. Saber mentir no es tan fácil como parece. Los mentirosos son personas acostumbradas a mentir a diario. Mañana, tarde y noche. Se acostumbran a ella tan fácilmente que interiorizan la pantomima dentro de su propio ser. Se convierte en su forma de vida. 

Las mentiras más comunes son las pequeñitas, las piadosas, las mentirijillas fáciles. Esas que son sublimes y le dan emoción al asunto. Hay muchos amantes de la verdad a medias, aquellos que la matizan a su manera. Hacen de la verdad una mentira, y viceversa. Distorsionan. Crean. Eso es lo realmente interesante.  Lo divertido. Lo creativo. Requiere mucho más esfuerzo que negar la verdad, o simplemente inventar una trola o una excusa, haciendo alarde de nuestra hipocresía. 

Al fin y al cabo, mentir es adictivo, una droga a la que es fácil engancharse. Todos, todos sin excepción, lo hacemos a diario. Incluso la persona más franca y honesta del mundo, es incapaz de evitar la tentación. A veces constituye una manera de protegernos a nosotros mismos. Pero deberíamos plantearnos si de verdad merece la pena, y elegir bien a quién vamos a mentir. Si de verdad nos importa o no. Y sobre todo hablar desde el corazón. Eso siempre.  Como diría el escritor francés Jules Renard, " De vez en cuando di la verdad, para que te crean cuando mientes". 

Feliz Domingo.